domingo, 7 de abril de 2013

Contra el racismo. La escuela de la fraternidad

     Los insultos racistas hacia los chicos y chicas sudamericanos, magrebíes o chinos están a la orden del día en muchos centros escolares. Resulta muy difícil –pero, al mismo tiempo, urgente– desactivar los mecanismos de rechazo al otro. Unos mecanismos (¿invisibles?) que cobran más fuerza en tiempos de crisis como los que estamos viviendo. Contribuir en lo posible a esa tarea de desactivación no es –o no debe ser– una tarea secundaria en la educación.
     "Moro de mierda", "indígena" o "negro" son insultos corrientes que algunos adolescentes emplean alegremente contra otros. Esas palabras nada inocentes van construyendo un discurso soterrado de odio y manifiestan una relación de abuso y de poder entre los que son mayoría y los que están en minoría. Cuando intervienes como profesor, quienes han lanzado esos insultos se escudan diciendo que son bromas. Cuando hablas a solas con las víctimas de esas bromas, percibes rápidamente que son dolorosas y vejatorias, pero difíciles de combatir.
     Permanecer impasible ante esos insultos, hacer como si no pasara nada, no es algo inocente. Desmontar mitos y prejuicios desde los conocimientos y la educación en valores resulta prioritario en nuestros días.
     Soledad Gustavo escribía en un artículo de principios del siglo XX que la nueva enseñanza debía abrazar en su seno la idea de la libertad y de la tolerancia, del amor a la humanidad entera, sin distinción de razas ni de religiones: todos somos hermanos en naturaleza, todos debemos ser educados e instruidos en la escuela de la fraternidad.
     Los tiempos son muy distintos, pero en esa tarea estamos también en 2013.

[Soledad Gustavo: "De la enseñanza". En Contra la ignorancia. El Viejo Topo, 2013]

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