viernes, 1 de julio de 2011

¿Segregar o Integrar?

     Hace unos meses escribí un post en el que apuntaba la tendencia de un importante sector de la sociedad y del profesorado a constituir grupos homogéneos de estudiantes en función, entre otros factores, a su nivel educativo y rendimiento académico. La propuesta de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de crear un bachillerato de excelencia para los estudiantes más brillantes (académicamente) ha vuelto a sacar a flote esa división existente en la sociedad. El sociólogo Rafael Feito responde hoy en El País a un artículo anterior de César Molinas en el que apostaba precisamente por esos centros de excelencia en la educación secundaria con el fin de dotar de una educación de altura a las futuras élites del país. Del artículo de Feito extraigo las siguientes líneas en favor de una educación no segregadora:

      "Sin ningún género de dudas, la investigación más señera sobre el tema de la agrupación del alumnado en función de su nivel educativo es la de Jeannie Oakes titulada Keeping Track y en ella se advierte taxativamente contra sus múltiples inconvenientes. Se suele pensar que los alumnos aprenden mejor en grupos homogéneos y que se retrasará el aprendizaje de los estudiantes brillantes si se mezclan con los menos aplicados. Se supone, por otro lado, que los estudiantes más lentos desarrollan actitudes más positivas hacia sí mismos y hacia la escuela si no comparten aula con los alumnos brillantes. A ello se añade que se tiende a creer que la agrupación refleja los logros ya conseguidos y los futuros. Finalmente, y esta es la clave, los profesores consideran más fácil bregar con grupos homogéneos.
     En lo que se refiere al pretendido beneficio de la segregación para los alumnos menos académicos, lo que en realidad sucede es que una vez que determinados estudiantes son situados en los grupos lentos son contemplados por sus compañeros y por el profesorado como torpes, lo que provoca el desarrollo de autopercepciones negativas. Oakes señala que el agrupamiento no iguala, no incrementa la eficacia de las escuelas. Muy al contrario, retrasa el aprendizaje de los menos avezados, promueve una baja autoestima y separa a los estudiantes a lo largo de líneas socioeconómicas. Oakes sustenta estas afirmaciones en un estudio dirigido por ella y realizado en 25 escuelas. Son muy llamativas las diferencias en las respuestas de los alumnos a ciertas cuestiones en función del itinerario al que perteneciera su grupo. Una de las preguntas era: ¿Qué es lo más importante que has aprendido en esta clase? Entre los estudiantes de los grupos avanzados se obtenían respuestas del siguiente tenor: "He aprendido a analizar historias que he leído", "estoy desarrollando una mentalidad abierta", "he aprendido a hacer experimentos". Entre los alumnos de los grupos menos aplicados las respuestas eran de este tipo: "Me he dedicado a inflar globos luminosos"; "no he aprendido nada, solo los números romanos"; "he aprendido que el inglés es aburrido".
     Los alumnos situados en los itinerarios de bajo nivel reciben una educación de considerable peor calidad que la de los que están en los grupos de mayor rendimiento. Es la profecía que se cumple a sí misma".