domingo, 12 de junio de 2011

Algunos apuntes sobre conocimientos y valores

     1. ¿Cuáles son los conocimientos mínimos generales que debiera adquirir todo joven al terminar su proceso de escolarización obligatoria a comienzos del siglo XXI? No sé si es demasiado exagerado decir que el 80% de lo que recogen los currículum oficiales en la enseñanza secundaria obligatoria sobra y es paja que nos impide ver el grano. Recuerdo un texto de Jaume Carbonell en el que insistía sobre la necesidad de que los conocimientos fueran relevantes y citaba a H. Gardner para poner tres ejemplos de lo que puede considerarse en la actualidad conocimiento de este tipo: la evolución (que nos permite comprender de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí), Mozart (nos enseña la faceta creadora del ser humano) y el holocausto (posiblemente ningún tema lo supere para aprender a vacunarnos contra la maldad). Sin lugar a dudas, hoy no podría faltar la crisis ecológica mundial, cuyo conocimiento científico ha de llevar aparejado un nuevo modo de habitar este planeta. Urge aprender de nuevo a relacionarnos de manera amable con la Tierra. 

     2. Hay –me temo– un analfabetismo más dañino aún que el que provoca la ignorancia de esos conocimientos imprescindibles que ha de poseer cualquier ciudadano. Me refiero a lo que podría denominarse analfabetismo moral, es decir, la ausencia de unos valores mínimos que otorguen un impulso moral a las gentes para luchar por un modelo de comunidad distinto al actual, si no radicalmente diferente, al menos más decente y sensato. Corrijo la frase anterior: quizá no se trate tanto de ausencia de valores como de predominio casi absoluto de un único valor: el del individualismo posesivo, que diría Michael Löwy, propio de las sociedades tardocapitalistas en las que nos encontramos. Afortunadamente, hay muestras de resistencias que nos permiten no perder la esperanza: el movimiento actual en torno al 15-M es un ejemplo ilusionante.

     3. Una de las cosas que más me impresionaba al entrevistar a los viejos y viejas anarquistas que nacieron durante el primer tercio del siglo XX es el entusiasmo que transmitían a sus ochenta o noventa años. Cuando hablaban, por ejemplo, de su adolescencia y juventud resaltaban el deseo ilimitado de aprender y de adquirir saberes: "Una de las cosas que sí te quiero remachar y remarcar es ese afán que sí teníamos antes de la guerra muchos obreros, muchos trabajadores jóvenes por saber, por aprender. Eso yo ya no lo he vuelto a ver más. Ahora estudian los críos por rutina, porque es una obligación. Pero el ansia que teníamos de que se ampliara nuestro horizonte mental y nuestros conocimientos, eso era extraordinario" (Pedro Barrio). Indudablemente, ese deseo y ansia de cultura estaba ligado a la aspiración de crear una sociedad más justa y más libre.

     4. Sobre elecciones morales. Libertad y responsabilidad. Leyendo una entrevista a Jorge Semprún en la que hablaba de su experiencia en el campo nazi de Buchenwald: "En el campo había un orden establecido, una disciplina de la que uno no podía salirse, pero dentro de ese marco, impuesto por los nazis, de pasar lista, de levantarse a las cuatro de la mañana, de trabajar hasta tal hora, tenía contacto con la resistencia en el campo. También es verdad que de nueva cuenta pude elegir esconderme e intentar sobrevivir al campo anónimamente, o buscar un buen puesto, ya que yo sabía alemán. Pero no: entré en contacto con la resistencia interna del campo y me di a conocer como resistente comunista. Esto, naturalmente, comportaba un riesgo adicional, pero era también una libertad adicional. Todos los días podía acostarme pensando que, al menos, había hecho esto o lo otro en beneficio de alguien. Estas acciones en general eran mínimas, pequeñas acciones de solidaridad o resistencia, pero otras veces no, como falsificar la ficha de algún compañero para que no fuera trasladado a un campo peor que el nuestro. Se falsificaba la ficha y se ponía la sigla establecida por las SS para evitar los traslados. Por ejemplo, DIKAL (Darf in Kein Anderes Lager), que significaba que el preso no podía ir a otro campo. Y así lo protegías. Claro, arriesgabas, ya que un agente de la SS podía revisar el fichero y descubrir la falsificación. Así, en el campo experimenté está segunda forma de la libertad, la resistencia interna, pero segunda libertad en el sentido de la responsabilidad, conceptos que para mí van dialécticamente unidos".

     5. ¿Cuáles pueden ser los valores necesarios que debiera indagar todo joven al terminar su proceso de escolarización obligatoria a comienzos del siglo XXI? El relato de Jorge Semprún puede orientarnos en la respuesta: solidaridad, resistencia, libertad y responsabilidad.

1 comentario:

  1. Vuelvo a estar de acuerdo contigo, tendriamos que darle la vuelta totalmente a los contenidos de la secundaria, huir de la repetición, practicamente en secundaria los temarios apenas si han cambiado. ¿Qué importa la dinastía julio-claudia o los merovingios? O datos eruditos que puedes consultar en cualquier lado. ¡Demasiada paja! Y las madres y padres midiendo si se es buen profesor por el número de temas que se han explicado y/o el número de suspensos. ¡Cuantos más suspensos mejor, más duro y exigente es!
    Añadiría una sugerencia a la evolución humana, Mozart y el holocausto, visibilizar a las mujeres y a las minorías. (Tengo otras)

    ResponderEliminar