miércoles, 9 de junio de 2010

Federica Montseny

     Federica Montseny es una figura clave del anarquismo español. Hija de dos anarquistas ilustres, Federico Urales y Soledad Gustavo, impulsores de la prestigiosa La Revista Blanca. Nació en Madrid en 1905 y murió en el exilio, en Toulouse, en 1994. Publicó numerosos artículos y novelas que ejercieron una enorme influencia en la concienciación de los militantes libertarios, del mismo modo que participó en numerosas giras de propaganda por todo el país. Defendió los principios más puros del anarquismo, pero, paradojas de la historia, se convirtió en la primera mujer ministra de la historia de nuestro país, formando parte, junto a otros tres anarquistas, del gobierno de Largo Caballero durante un breve período de la guerra civil española entre 1936-1937, como ministra de Sanidad y Asistencia Social. En estos meses, sacó adelante un decreto de despenalización del aborto pionero en nuestro país. Ya no volvería a existir otro similar hasta la ley de 1985.
     F. Montseny fue una mujer rebelde que se desmarcó de los corsés que la sociedad imponía a las mujeres en su época y que luchó tanto contra el autoritarismo patronal como contra el poder patriarcal, aunque nunca estuvo de acuerdo con la formación de asociaciones segregadas de mujeres, como es el caso de Mujeres Libres. Entre sus numerosos escritos y los que le han dedicado los investigadores, quiero recomendar tres: sus memorias (Mis primeros cuarenta años), la biografía escrita por la historiadora Susana Tavera (Federica Montseny. La indomable) y un librito que recopila sus artículos de prensa tras una gira de propaganda que realizó por diferentes localidades andaluzas en el verano de 1932 (Federica Montseny en Andalucía. Verano de 1932). También puede accederse a muy diversa documentación en la página web del Centre d'Estudis libertaris Federica Montseny, donde pueden consultarse, entre otros materiales, documentación histórica, material multimedia y prensa obrera y anarquista.
     En su viaje por Andalucía, en los últimos días de diciembre de 1932, Federica Montseny se encontraba en Granada y se dirigía a Sevilla para coger el tren que la llevaría de vuelta a Barcelona. Uno de los últimos encuentros que anotó en su cuaderno de viaje fue el siguiente:

     "Pero algo marcó nuestro viaje con un recuerdo inolvidable; el encuentro con dos campesinos en la provincia de Jaén, que descendieron en la estación de Larva y con los que charlamos largamente, buceando en sus almas y descubriendo con alegría en ellas, simples y oscuras como son, un eco inmediato y ardiente de nuestras palabras.
     ¡Pobres mujiks españoles, de enclenques tipos, de escuálidas mejillas! El uno, analfabeto en absoluto; el otro, sabiendo aún deletrrear y escribir su nombre. Le hablábamos con dulzura, con palabras sencillas, fáciles de comprender, iniciándoles ideas de asimilación rápida, comparaciones entre su mísera situación, debiendo emigrar a lejanas tierras acosados por el hambre, vendiendo siempre sus brazos, produciéndolo todo con ellos, sin tener nunca nada. Les hablábamos de la posibilidad de que las cosas fuesen mejor. Nos escuchaban con atención profunda y nos contestaban con frases que revelaban inteligencia, inquietudes morales, anhelos y rebeldías inconscientes. Les atiborramos de folletos, periódicos, todo lo que llevábamos encima. Después les hemos mandado más, ya desde casa.
     Al descender en la estación de Larva nos saludaron con entusiasmo muchas veces, no dejando la estación hasta que volvió a partir el tren, agitando sus gorrillas, sorprendidos y deslumbrados por el encuentro y la charla tenida.
     Les miraba con tanta ternura y emoción en el alma que hasta sentía mis ojos humedecerse.
     - Tienen materia para charlar un mes seguido en el pueblo. Ya ves si puede hacerse labor en esta España nuestra, en la que, en medio de la ignorancia y la miseria, florecen el ideal y la revolución como nacen las flores en un estercolero.
     ¡Oh, en el poblacho le esperaban los hijos descalzos, las mujeres flácidas, sucias, desarrapadas; las cuevas abiertas en la roca, que tienen categoría de viviendas humanas y que constituyen aldeas en esa Andalucía del Norte, hermana de las Hurdes castellanas! ¿Cómo no rebelarse: cómo no hallar eco en estas almas, por obscuras y embrutecidas que estén, nuestras palabras de amor y de redención; cómo no impresionarles con nuestra ternura y tantas frases sencillas y nuevas dichas a su oído?
     Toda, toda la obra de la revolución está ahí por hacer. Lo siento con vehemencia, con ímpetu, con todo el fuego y la voluntad de mi alma".

[Federica Montseny en Andalucía. Verano de 1932; pp. 64-65]
 
     La confianza en el papel revolucionario del campesinado, la lucha contra la ignorancia y la miseria, el contacto estrecho con los trabajadores, una propaganda muy cercana al lenguaje de las clases populares, el afán de ilustración a través de folletos, periódicos, revistas y libros, la esperanza en un futuro mejor y no muy lejano... Éstas son algunas de las constantes del ideal ácrata que entusiasmaron a tantos obreros y campesinos de nuestro país, hombres y mujeres, durante el primer tercio del siglo XX.

     En el siguiente documental, realizado por Televisión Española en 1991, Federica Montseny hace un repaso a su vida y a sus ideales, así como a los principales acontecimientos de la historia social y política de este país, de los que ella no fue una mera espectadora, sino una de sus protagonistas. 













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