lunes, 8 de marzo de 2010

Mujeres Libres

Entre 1936 y 1937, después de algunos años de organización y trabajo intenso, surgió formalmente en España la organización libertaria Mujeres Libres. El grupo de mujeres que la formó procedía del mundo anarcosindicalista y consideró muy necesario crear una organización propia que tratara los problemas específicos que afectaban a las mujeres. Una organización que, desde la autonomía, se consideraba hermana de las otras organizaciones anarquistas y que entendía su lucha -la liberación femenina- como una lucha paralela a la de los obreros -liberación de clase-. Mujeres Libres situaba su lucha en el marco global de la lucha contra todas las formas de dominación que el sistema capitalista impone a los seres humanos.

En las relaciones hombre-mujer, podemos apreciar uno de los puntos débiles de la práctica anarquista. Si bien es verdad que los pensadores anarquistas insistieron en la igualdad de derechos y obligaciones entre ambos sexos y otorgaron una importancia pareja a hombres y mujeres en el desarrolo revolucionario, lo cierto es que en la práctica los militantes anarquistas dejaron mucho que desear en el trato que dieron a las mujeres y en la forma en que se relacionaron con ellas. La politóloga norteamericana Martha A. Ackelsberg recoge en su libro sobre Mujeres Libres (Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres) numerosos testimonios de mujeres anarquistas que ponen de manifiesto cómo sus compañeros varones no siempre las trataron con respeto ni como a sus iguales, a pesar de sus continuas loas a la tolerancia y la igualdad.

"Todos los compañeros, tan radicales en los cafés, en los sindicatos y hasta en los grupos [de FAI], suelen dejar en la puerta de su casa el ropaje de amantes de la liberación femenina y dentro se conducen con la compañera como vulgares 'maridos'."
Así se expresaba Lola Iturbe en 1935 desde las columnas del periódico Tierra y Libertad. En el mismo sentido, Carmen Mesa -de la que ya hicimos mención en una entrada anterior-nos advirtió durante una entrevista del machismo que imperaba en muchos sindicatos anarquistas durante los años treinta del pasado siglo:
"Porque machismo había en cantidad dentro de las ideas. En los medios libertarios no admitían a las mujeres, no, la mujer a la cocina, yo lo he oído a muchos compañeros muy radicales. Y ha ido la mujer a decir algo y le ha dicho 'tú a la cocina'. [...] Mira, la mujer idealista tiene que llevar dos luchas, la lucha por el Ideal y la lucha por deshacerse del yugo del hombre, del padre, del hermano o del compañero, por muy idealista que sea [...] Había muchos compañeros que trataban a su mujer como a una esclava, que pensaban que la mujer había nacido nada más que para tener hijos y para tener una cocina en condiciones. Así muchos militantes. Había otros que no, es verdad. E inclusive en el sindicato, yo a veces tenía que decir 'eh, compañeros, que soy una compañera, cuidadito'. Les tenía que parar los pies a militantes mismos, porque ya... o sea, te miraban como mujer y no como compañera y luchadora. No era general, pero había cantidad. O sea, que tenías que luchar en casa por tu libertad, la tenías que conquistar primero en tu casa, antes de conquistarla en ninguna otra parte."

Para combatir estas relaciones de dominación, Mujeres Libres quiso crear, en palabras de Ackelsberg, una organización dirigida por mujeres y para las mujeres, una organización consagrada a superar la subordinación de las mujeres en todas sus facetas, en el hogar, en el centro de trabajo o en el movimiento anarcosindicalista mismo. Los programas que desarrollaron (...) debían ser creados y llevados a la práctica por las mujeres, para las mujeres. Estos programas incluían clases para erradicar la ignorancia y  el analfabetismo, cursos de aprendizaje industrial y comercial, así como grupos de concienciación diseñados para capacitrar a las mujeres e influndirles el conocimiento y la confianza que necesitarían para participar como ciudadanas de pleno derecho en la sociedad revolucionaria. Estos programas debían ser organizados de modo federado y no jerárquico, y serían un ejemplo de las capacidades de las mujeres para obrar autónomamente con el objetivo de contribuir a la transformación social.

[El libro de Ackelsberg es el mejor libro que conozco sobre Mujeres Libres. Otros dos interesantes libros sobre el tema son : Mujeres Libres. Luchadoras Libertarias, con testimonios y fotos de sus protagonistas; Anarcofeminismo en España. La revista Mujeres Libres antes de la guerra civil, de Jesús María Montero Barrado. Ambos publicados por la Fundación Anselmo Lorenzo, aunque el primero creo que está agotado].  

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