sábado, 13 de febrero de 2010

Diario de Barcelona (III): liberar conciencias

Uno de los días que visité el Ateneu Enciclopèdic Popular conocí a Valeria Giacomoni, joven investigadora italiana interesada en el anarquismo español y en sus proyectos pedagógicos. Acordamos vernos un día para hacerle una entrevista y conversar sobre pedagogías libertarias, un tema que ella lleva tiempo investigando y sobre el que ha publicado varios artículos. Nos vimos en la puerta de la Fundación Ferrer i Guàrdia, en el 44 de la calle Avinyó. Valeria llegó en bicicleta a la cita y buscamos en los alrededores una cafetería tranquila para charlar sin ruido y poder grabar la conversación. 


¿Cómo y cuándo te interesaste por el anarquismo y por las pedagogías libertarias?


Llegué a través de mis estudios. En Italia, estudié Filología Hispánica y encontré en muchas novelas españolas la figura del anarquista. Tuve la curiosidad de saber por qué tenía esta especial relevancia el mundo anarquista en la literatura española. De ahí pasé a la historia del movimiento anarquista y dentro de este movimiento lo que me parecía más interesante era saber cómo se desarrollaban, cómo se transmitían las ideas... cómo se llegó a los logros realizados durante la Guerra Civil y que fueron posible gracias a muchos años de educación colectiva y de esfuerzos de difusión a través de la prensa, las escuelas...

¿Cuáles son los rasgos definitorios de una pedagogía libertaria?

Es fundamental la posición del maestro. Éste tiene que dejar de ocupar el centro en el proceso de enseñanza, que es la visión tradicional que tenemos de lo que es la enseñanza, el maestro que dirige y lleva la iniciativa... Es necesario que sea el niño el que esté en el centro del proceso educativo.
Otro rasgo que me parece fundamental es el del contacto con la naturaleza. La enseñanza no puede quedarse en los libros y estar encerrados en el centro y en el aula, sino que hay que aprender observando las cosas que pasan fuera, en la naturaleza, en la calle, en los talleres... Como hacían en las escuelas racionalistas, aprender en la vida misma y no sólo estudiar conceptos teóricos. Una educación que junta teoría y práctica.


¿Por qué piensas que el centenario del fusilamiento de Ferrer ha pasado casi inadvertido para la opinión pública en este país? ¿Cómo una figura clave de la pedagogía moderna ha permanecido olvidada en estos tiempos de crisis de la educación?

Bueno, por lo menos aquí en Barcelona se ha rescatado bastante la figura de Ferrer, pero digamos la figura de la persona, se ha celebrado mucho esa figura del Ferrer i Guàrdia mártir... Se ha celebrado justo el lado que él no quería, el resaltar su persona, cuando lo verdaderamente importante hubiera sido recuperar su obra y los valores que proponía. Y eso no se ha hecho de ninguna manera. Ha habido exposiciones, fotografías, para reconstruir su martirio, cómo ha llegado a ser un símbolo del librepensamiento, pero todo ello sin relacionarlo con la realidad, sin entender lo actual de la propuesta que él hacía y que en la educación de nuestros días no se lleva a la práctica.


¿Qué elementos de la pedagogía de Ferrer, de sus planteamientos educativos, crees que siguen plenamente vigentes en el 2010 y cuáles otros creen que están superados?

Hay cosas que han entrado ya en la normalidad, como puede ser la coeducación de sexos. Me parece que los aspectos que te comentaba antes, los de la centralidad del alumno y el contacto con la naturaleza son muy actuales. Otro rasgo sería el evitar cualquier tipo de dogmatismo, algo que es muy difícil de evitar, sino simplemente el desarrollar en los niños una visión crítica de la sociedad. En la Escuela Moderna se daba a los niños una visión crítica de las cosas. Esto es fundamental porque hoy, por ejemplo, no se explica al niño que lo que se lee en un libro no es la realidad absoluta; y en el momento en el que el niño entiende esto ya se ha ganado mucho... Porque además hoy en día con internet, la televisión y todas las fuentes de información que tenemos, es fundamental que el niño tenga una visión crítica y que sepa que lo que ve, lo que lee, lo que encuentra, no es una verdad absoluta, sino que sepa elegir entre visiones diferentes. Y sobre este punto Ferrer insistía mucho y es algo que no se aplica en absoluto en las escuelas de hoy.



¿Y qué piensas en torno a la propuesta posterior de Escuela Neutra que hace el anarquista Ricardo Mella y sus críticas a la pedagogía de Ferrer?

Sí, puede ser que la Escuela Moderna de Ferrer tuviera una visión demasiado politizada, pero hay que entenderlo como un enfrentamiento al dogma de las escuelas religiosas en la época. Había un enfrentamiento claro con las escuelas clericales dominantes y es probable que la respuesta fuera excesivamente del otro lado, que no sólo se intentaba crear una visión crítica, sino también inculcar otros valores de oposición. Y al final de esto no es de lo que se trata, no se trata tanto de meter nuevas ideas en las cabezas de los niños, sino de que éstos desarrollen sus propias ideas. Y es posible que la Escuela Moderna a veces desarrollara más el primer aspecto. Sin embargo, es este el punto que sí desarrolló más y preocupó a Puig Elías, acercándose más a la emotividad y a los sentimientos de los niños, preocupándose más de cómo desarrollan los niños sus propias ideas sin ningún tipo de propaganda ideológica, sin proponer valores políticos, sin hablar de anarquismo, sino que el niño los desarrolle por sí mismo viviendo en comunidad dentro de la escuela.


¿Tu trabajo actual versa precisamente sobre la figura y la obra de Puig Elías? ¿Qué elementos nuevos aporta a la propuesta de Ferrer? 


Puig Elías supera de alguna manera la propuesta de escuela racionalista basada, como proponía Ferrer, en la razón y en la ciencia, para llegar a la parte emotiva y de los sentimietos, que forman parte también de cada individuo. Un respeto total hacia el niño. Puig Elías le quita ese elemento politizado en exceso que podía tener la Escuela Moderna y probablemente por ello la Escuela Natura pudo sobrevivir muchos años, hasta con la dictadura de Primo de Rivera, porque él le quita la parte ideológica, de ningua manera se leen textos anarquistas, autores anarquistas... Simplemente se pone el interés en el desarrollo libre del niño. Puig Elías habla de liberar conciencias de los niños, es para mí un concepto demasiado avanzado hasta para nuestra época.



¿Desde cuándo funcionó la Escuela Natura?

Puig Elías está desde los años veinte, pero no tenemos fechas exactas, entre 1925 y 1928, en la dictadura de Primo de Rivera. La Escuela Natura se convirtió en la escuela modelo  debido un poco a su larga vida. Como no había una red de escuelas consolidada, sino que las escuelas se montaban un poco gracias a los esfuerzos concretos que hacían los sindicatos, entonces pues se cogía como modelo a la Escuela Natura. Una cosa que sí me gustaría destacar es que Puig Elias se preocupaba mucho por la formación de los maestros, que era algo fundamental para poder desarrollar este tipo de proyectos. Porque los maestros que salían de la Escuela Normal no estaban preparados para una dedicación de este tipo. A menudo, los maestros de las escuelas racionalistas eran militantes con muchas ganas, pero sin la preparación adecuada. Entonces, la preocupación de Puig Elías era preparar maestros para hacer un buen trabajo, para que el desarrollo libre del niño y la liberación de las conciencias fuera posible. Va preparando maestros que mientras estudian en la Normal hacen prácticas en la Escuela Natura y luego los van enviando a diferentes pueblos en Cataluña para que monten sus escuelas en ellos.

¿Y qué otras escuelas libertarias de esta época conoces?

Sí, he encontrado otras muchas escuelas. Una escuela que fue muy importante, de las primeras, fue la Escuela Luz, en Sans, que funcionó desde 1917 hasta 1923. Otro proyecto muy interesante fue la Escuela de Félix Carrasquer que duró sólo un año, entre 1935 y 1936, la Escuela Eliseo Reclus. Después he encontrado otros muchos proyectos pequeños y de duración bastante corta, que fueron posible por un maestro o una figura destacada como impulsora, pero que después no tuvieron un largo recorrido. 

¿Cómo eran estas escuelas por dentro? ¿Conoces algunas de sus características?


Una característica común era la posibilidad que tenía el niño de moverse libremente dentro de los diferentes espacios. Había un aula con los pupitres, la biblioteca, un taller de actividades manuales. Y el niño podía moverse en libertad por estos espacios, sin que esto perjudicara el interés por el estudio. Es más, como esto se hacía por iniciativa propia, seguramente ayudaba en el entusiasmo de los niños. También se hacían muchas salidas al exterior y, en lugar de tener clases de asignaturas diferentes, se intentaba juntar muchas asignaturas para utilizar sus diferentes saberes en la aplicación de un estudio concreto, por ejemplo, se salía a visitar una fábrica y se hacía un trabajo sobre todos los aspectos que participaban en la fábrica, tanto naturales como sociales.

¿Y qué libros utilizaban?


Estas escuelas siguen utilizando los libros de la Escuela Moderna, no llegaron a desarrollar un proyecto editorial propio como sí lo hizo la Escuela Moderna. Podemos decir que la Escuela Moderna siguió viviendo gracias a los libros de su editorial, que era más o menos lo que esperaba Ferrer. A pesar de que se hicieron aportaciones nuevas con el paso de los años, sus libros seguían siendo el hilo conductor en el desarrollo de las nuevas escuelas.


Para terminar ¿qué piensas de las propuestas de desescolarización? ¿piensas que las pedagogías libertarias pueden desarrollarse en la escuela pública o crees más bien en la necesidad de crear escuelas libres al margen del sistema?


Yo me quedo con la primera opción, con la propuesta escolar y con la necesidad de trabajar en las escuelas públicas, recogiendo también la propuesta rompedora de Pedro García Olivo, que no haya una figura de maestro que imponga su saber y su verdad. La cuestión es que el niño cuando nace necesita aprender y tiene que haber lugares y personas que aporten saber, pero la cuestión es que la enseñanza no sea directiva y que el niño aprenda a conocer el mundo a través de sus ojos. Yo sí creo que la escuela es necesaria porque el niño necesita también relacionarse con niños de su misma edad, entonces no enviarlo a la escuela o llevar a cabo una educación en casa para mí limita las relaciones sociales del niño. Es muy importante el papel de los profesores dentro de la escuela pública. Dese el momento en que el profesor está en su clase tiene la libertad de organizar la clase de la manera más apropiada, no sé hasta qué punto tiene libertad en el programa, pero sí que tiene libertad para crear una relación con los alumnos diferente de la relación clásica entre alumno-profesor a la que todos estamos acostumbrados. Dado que la mayoría de las personas pasamos por escuelas públicas y no todo el mundo tiene la posibilidad de entrar en proyectos alternativos, que me parecen muy importantes y que hay que apoyar, considero también importante el hecho de que haya más personas conscientes en la escuela pública, que muchos de los profesores de la escuela pública puedan aportar algo diferente a los niños, aunque sea sólo el crear una relación diferente adulto-niño y una visión crítica, que no sea sólo aportar libros y conocimientos como a menudo muchos profesores hacen, haciéndolos pasar como si fueran la verdad, sino abriendo el debate, dando voz a los niños para que puedan aprender a tener sus propias ideas y no repetir lo que un libro o una persona ha dicho

Desde tu óptica de pedagogías libertarias ¿Qué papel consideras que deben tener las familias en el proceso educativo? ¿Qué tipo de relación se ha de tejer entre los centros y las familias?

Pienso que entre la familia y la escuela debe existir una relación muy estrecha porque tendrían que llegar desde los dos lados los mismos estímulos. Es un poco inútil intentar hacer un trabajo en la escuela si en la familia se recibe otro tipo de educación, y viceversa; aunque, a menudo con la escuela se intenta remediar algo de la familia, o al contrario. Pero sí, los esfuerzos tendrían que ir en la misma dirección, sobre todo por una visión de coherencia que le haga adquirir al niño más fácilmente el aprendizaje de la libertad.

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