martes, 10 de noviembre de 2009

Frente a la gestión y el miedo... razón y afectividad

Interesante entrevista en Público a Concha Fernández Martorell, profesora de Filosofía de enseñanza secundaria, que ha publicado recientemente El aula desierta. La experiencia educativa en el contexto de la economía global (editorial Montesinos). La autora crítica la actual política educativa de corte neoliberal que, inspirada en el modelo productivista de la empresa, está vaciando el aula de los valores educativos emancipatorios tan duramente conquistados, presididos por el conocimiento y el arte como creaciones humanas compartidas, y está llenando los centros de informes y tácticas de eficacia y gestión. La entrevista es para leerla de principio a fin, pero quiero subrayar tres ideas: los cambios que necesita la escuela no pueden venir de manos del modelo de la empresa; la extensión del miedo entre profesores-estudiantes-padres y madres genera una demanda equivocada de autoridad y disciplina férrrea; el modelo educativo occidental ha trabajado mucho y bien el mundo racional, pero se ha olvidado del mundo de los afectos y las emociones, elementos clave para poder cambiar el sistema educativo. No me resisto a copiar el siguiente párrafo de la entrevista:

"Si no se trabajan los afectos y el mundo emocional no se podrá cambiar nada. Los alumnos más necesitados de afecto son los que menos invitan a ello, los más airados, esquivos y realmente antipáticos. Creo que es imprescindible para tratar con menores tener muy en cuenta que la afectividad es, realmente, el único antídoto contra el comportamiento indeseable. Siempre, eso sí, desde la actitud resuelta y decidida del adulto que sabe lo que está pasando en el camino a la deriva de un alumno. Aunque suene arcaico y platónico, sólo se puede acceder al conocimiento a través del amor y únicamente es posible transmitir y comunicar algo a los demás por mediación del amor. Cosa muy diferente a la 'gestión' del aula: la gestión se puede programar y la afectividad no".
Tanto en la entrevista como en el libro, Concha Fernández Martorell deja claro que la crisis de la institución escolar es el síntoma de una crisis más amplia, una crisis que está desmantelando el tejido social. Y no olvidemos que las principales víctimas de esta crisis global que afecta a la escuela son los niños y adolescentes:
"...Ya nadie atiende a las inquietudes juveniles, que siempre son interpretadas como hostiles.
La adolescencia es una etapa difícil y compleja, repleta de inseguridades y temeridad, a menudo carente de una visión objetiva de la realidad y de las personas, pero dotada de una energía desbordante y capaz de ser muy generosa. Todo ello pueden ser virtudes, las que hacen tan bellos esos años, pero son también la fuente de los problemas que se desencadenan en esta etapa. Si el entorno social, especialmente a través de la publicidad y los medios, se empeña en alimentar peligrosamente la dispersión, abonar la superficialidad y alentar la imprudencia, es decir, aprovechar la fragilidad de la adolescencia para conseguir otros fines, introduciendo el consumo compulsivo, la distorsión del deseo y la conducta histérica, por el estrecho intersticio que separa la infancia de la adolescencia, justo al inicio del camino hacia la autonomía, al mismo tiempo que ridiculiza y destruye los espacios que aportan al joven seguridad y protección (escuela, familia, amistad), el resultado es lo que está pasando en la enseñanza secundaria, lugar donde los conflictos explosionan abiertamente, sin que se pongan los medios necesarios para reconstruir los pedazos de vida". (pp. 14-15 de su libro)
(La entrevista la hace Amador Fernández-Savater y está colgada en su blog de Público -Fuera de lugar- donde enlaza con otra entrevista a Concha Fernández Martorell publicada en Rebelión)

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